La infraestructura: el secreto de China para dominar el mundo a través de la energía sostenible

La infraestructura: el secreto de China para dominar el mundo a través de la energía sostenible
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Los Estados Unidos le están dando la espalda al resto del mundo desde que su presidente decidiera rechazar el Acuerdo Climático de París y desacreditara el NAFTA y la OTAN, algo que le da a China la oportunidad de tener un papel aún más relevante en los asuntos internacionales.

Va a ser un punto importante del XIX Congreso Nacional en un momento en el que China necesita equilibrar las influencias externas y la estabilidad económica nacional. China podría ser más influyente en la infraestructura, un problema urgente del desarrollo mundial y, según la OECD, apoyar dicho desarrollo requiere una inversión anual en infraestructuras de 6,3 billones de dólares hasta el año 2030. Gracias a la experiencia acumulada tras décadas de crecimiento económico nacional, China está en una buena posición para definir cómo se va a desarrollar el mundo en lo que queda del siglo XXI.

China lleva invirtiendo en proyectos de infraestructuras por todo el mundo desde la década de los 70, pero hasta el año 2013 no ha habido una política de inversión en infraestructuras coherente. Durante un discurso en Kazajstán, el presidente Xi desveló el concepto del Cinturón Económico de la Ruta de la Seda.

Poco después propuso el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura y otras instituciones para las iniciativas chinas de infraestructuras globales que incluyen el Fondo de la Ruta de la Seda de 40.000 millones de dólares y el Nuevo Banco de Desarrollo compuesto por China, Brasil, Rusia, India y Sudáfrica. Se espera que la joya de la corona, la Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda, atraiga un billón de dólares para el comercio, el transporte y las iniciativas energéticas de todo el mundo.

Construir a propio riesgo

Las infraestructuras son una necesidad para el desarrollo, pero su coste es una barrera y la ayuda de China es atractiva. Más de 60 países han firmado acuerdos con China para la financiación de proyectos de infraestructuras.

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Un puente en Shanghai. (Ren Ran/Unsplash)

Sin embargo, los receptores de estos créditos no deberían asumir que la infraestructura transformará su economía de forma automática. Los proyectos pueden agotar recursos y muchas veces proporcionan pocos beneficios para la sociedad en general. Tener un proyecto de la Iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda puede proporcionar titulares, pero no es ninguna panacea.

Muchas veces se exageran los beneficios económicos de las infraestructuras. Ahora mismo Sri Lanka no puede pagar la deuda a los créditos chinos utilizados para la construcción de puertos, aeropuertos y autovías que tienen poco uso. Diseñado para albergar un millón de pasajeros al año, el Aeropuerto Internacional Mattala Rajapaksa en el sureste de Sri Lanka apenas cuenta con 12 pasajeros al día, lo que equivale a un 1% de las estimaciones originales, mientras que el coste del aeropuerto fue de 209 millones de dólares.

A medida que los beneficios de la infraestructura no se materializaban, la deuda externa de Sri Lanka se disparaba de los 10.000 millones de dólares en 2006 a los 25.000 millones de dólares en 2016, siendo la mayoría deudas a China.

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Un puente en Chongqing. (Pixabay)

La presión fiscal obligó al gobierno de Sri Lanka a vender un 70% del puerto de Hambantota en la costa sur del país a un operador de puertos del estado chino en julio de 2017. En 2015, Ghana rechazó una segunda partida de créditos del gobierno chino para otro proyecto energético porque había poca capacidad de asimilación en el país para controlar un flujo tan alto de capitales.

Los países receptores han de sopesar los beneficios económicos con la sostenibilidad fiscal a la hora de decidir colaborar con socios extranjeros en proyectos de infraestructuras.

Proyectos insostenibles

A China también le preocupan las dificultades medioambientales y el Presidente Xi declaraba en 2017 que el desarrollo de la Iniciativa del Cinturón y Ruta de la seda sería "verde, bajo en emisiones de CO2, circular y sostenible".

Sin embargo, todavía existe un torrente de inversiones chinas dirigido a proyectos insostenibles. Una parte importante de la inversión en el corredor económico de China y Pakistán irá dirigido a una cartera de proyectos energéticos que incluyen centrales térmicas de carbón. En Bangladesh, las preocupaciones sobre la contaminación han llevado a protestas violentas contra la construcción de una central térmica de carbón por empresas chinas.

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Aún no todo es verde en China. (Jonathan Kos-Read/Flickr)

Las compañías chinas de cemento que dependen del carbón se han trasladado a Tayikistán. Los proyectos financiados por China para la construcción de carreteras, oleoductos, gasoductos y presas hidroeléctricas podrían amenazar a zonas sensibles a cambios medioambientales en países dependientes de la ayuda como Myanmar y Mongolia. Esta tendencia probablemente se verá incrementada con la falta del rechazo o de la preocupación local sobre las repercusiones a largo plazo.

En un ejemplo del año 2011, el gobierno de Myanmar suspendió el proyecto de la presa de Myitsone. Las protestas habían conseguido concienciar sobre el impacto medioambiental y social en el Irrawaddy, el río más grande y más importante a nivel comercial del país.

Implicaciones verdes

China ha logrado un progreso histórico en cuanto a su crecimiento económico nacional y ahora quiere centrarse en la sostenibilidad medioambiental. Para el año 2020, China planea gastar más de 360.000 millones de dólares en proyectos de energía renovables, cerrando a su vez centrales térmicas de carbón. El compromiso de China para producir energía nacional limpia también se ha demostrado en la adquisición del 40% de los bonos verdes internacionales en 2016.

Al principio de la Iniciativa del Cinturón y de la Ruta de la Seda, China podría utilizar su experiencia de crecimiento para la transición de energías no sostenibles a fuentes de energía limpia. Esto podría dar forma a una nueva generación de proyectos de infraestructuras respetuosas con el medio ambiente por todo el mundo.

China y sus países colaboradores deberían considerar todos los riesgos asociados a los proyectos de infraestructuras, no solo a nivel financiero, sino también a nivel medioambiental y social. Los participantes de la Iniciativa del Cinturón y de la Ruta de la Seda deberían evaluar de forma minuciosa los proyectos de infraestructura en relación a los objetivos de desarrollo nacionales en vez de usar dichos proyectos con fines puramente políticos.

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La anhelada ruta de la seda china traería grandes beneficios geopolíticos al país. (Yolanda Sun/Unsplash)

En 2016, el Banco de Inversión en Infraestructuras Internacional, liderado por China y cuya cartera de créditos podría equipararse a la del Banco Mundial en las próximas dos décadas, elaboró un marco de trabajo que incluye compromisos medioambientales, sociales y de gobierno.

Estas recomendaciones proporcionan una plantilla para las instituciones chinas involucradas en préstamos globales para proyectos de infraestructuras y también se pueden implementar para proyectos individuales en los países de la Iniciativa del Cinturón y de la Ruta de la Seda. Garantizar la monitorización de dichas recomendaciones requiere un nivel de transparencia sin precedentes en el historial chino.

La Iniciativa del Cinturón y de la Ruta de la Seda representa una oportunidad para internacionalizar el modelo chino de crecimiento económico impulsado por el estado para financiar la implantación de infraestructuras a nivel masivo. Con una estrategia prudente y una buena monitorización, la iniciativa podría ser un nuevo punto de partida para décadas de un desarrollo de infraestructuras a nivel global que hasta ahora ha sido insostenible y de poco éxito.

Si el aumento del vacío de poder geopolítico supone la preeminencia de China, el gobierno del país debería acatar la inmensa responsabilidad de ser el líder en desarrollo. Los países que dependen de la ayuda están preparados para tener infraestructuras sostenibles y se merecen una mejor ayuda que la que han recibido hasta ahora.

The Conversation

Imagen | Denys Nevozhai/Unsplash

Autor: Asit K. Biswas, National University of Singapore; Kris Hartley, Cornell University.

Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.

Traducido por Silvestre Urbón

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