Hay un movimiento que reclama en serio sacar a los cuadros de Renoir de los museos

Hay un movimiento que reclama en serio sacar a los cuadros de Renoir de los museos
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Ciento cincuenta años después, los anti-impresionistas aún tienen algo que decir: odian el impresionismo. O más concretamente, en pleno 2015, a Pierre-Auguste Renoir, uno de los autores más reconocibles del movimiento pictórico que dominó Francia durante gran parte de la segunda mitad del siglo XIX. Detestan tanto su arte que reclaman, medio en broma medio en serio, sacar sus cuadros de las principales pinacotecas del mundo. Y para lograrlo ya se están manifestando.

Ha sucedido hoy en Boston, frente al Museum of Fine Arts, uno de los más destacados de la costa este norteamericana. Allí, un puñado de no más de cinco (pero muy notorias) personalidades mostraron su disconformidad con la presencia de Renoir en la pinacoteca por excelencia de Massachusetts. Lo hicieron acompañados de pancartas en las que era posible leer eslóganes tan convencidos como "reNOir", ¡Abajo con ellos, Renoir apesta!", "Dios odia a Renoir" o " No somos iconoclastas, Renoir simplemente apesta pintando". Es sólo la punta del iceberg de su campaña.

Renoir apesta: activismo en el museo

El movimiento, bautizado como "Renoir sucks at painting" ("Renoir apesta pintando", traducido muy libremente), había ganado cierta popularidad con anterioridad gracias a una impagable cuenta de Instagram. En ella, tanto el principal artífice del colectivo, Max Geller, como otros compañeros involucrados en su lucha muestran su descontento con el arte del autor francés. De forma física. Se personan en los museos y ofrecen muecas de desaprobación y exasperación. Véase:


 


 


 


 


 


 


 


 

El grupo ha realizado otras acciones de protesta, aunque la mayor parte de ellas se han focalizado en el análisis técnico de algunas de las, a su juicio, mayores calamidades dibujadas por Renoir durante su larga vida. Estos sólo son algunos de los ejemplos que han utilizado en su cuenta de Instagram para tratar de luchar contra el reconocimiento histórico, profesional y popular del que goza el pintor.


 


 


 


 


 


 


 

"¿Pero tú has visto sus cuadros?"

Para cualquier ser humano racional, la pregunta es obligatoria: ¿por qué estáis haciendo todo esto? Tanto The Guardian como NPR se han puesto en contacto con Max Geller y le han lanzado la misma pregunta, amén de muchas otras. Geller ha respondido con tanta rotundidad como ha podido:

Odio a Renoir porque es el artista más sobrevalorado al este, al oeste, al norte y al sur del río Sena. Creo que en la vida real los árboles son bellos y que los globos oculares humanos transmiten fuerza emocional. Si de él dependiera, los árboles serían una colección de desagradables, serpenteantes líneas verdes y los globos oculares serían negro azabache como si hubieran sido pintados por engañabobos. En la vida real los árboles son bonitos: Renoir simplemente apesta pintando.

Al contrario que el movimiento anti-impresionista del siglo XIX, del que hablaremos a continuación, Geller y sus seguidores se niegan a condenar al unísono a todos los impresionistas. Según afirman, es un estilo capaz de transmitir información del mundo real en forma de belleza, cosa que Renoir, con su arte desolado protagonizado por cadáveres sin vida, no hace. Geller admite que el autor francés no es representativo del movimiento, y que por tanto sólo merece condena individual.


 


El movimiento ha ido ya algún paso más allá de su cuenta de Instagram. Hace no mucho, aprovecharon el espacio de propuestas de We, The Peple de la Casa Blanca (ciudadanos enviando peticiones concretas al Presidente; algunas son tenidas en consideración, otras no) para solicitar que todos los cuadros de Renoir fueran desalojados de los museos norteamericanos. "Ha llegado el momento de que nosotros, como nación, reconozcamos el gran fracaso de Renoir en este sentido", afirmaban, a la hora de inspirar y transmitir fuerza emocional.

Fue descartada, claro.

El origen del movimiento se encuentra en una visita de Geller a la Fundación Barnes, en Filadelfia, donde había expuesta una larga colección de cuadros de Renoir. Desde entonces, sus esfuerzos se han centrado en retirar al autor de cualquier museo público. La primera víctima de su activismo ha sido la pinacoteca de Boston. "La decisión de colgar a Renoir en el museo cuando hay auténticas obras maestras hechas por auténticos maestros en el almacén representa un acto de terrorismo estético", ha explicado hoy mismo Geller a The Guardian.


 


En Twitter, la cuenta ha mostrado su rechazo a Renoir (su nombre es Justicia Cultural Ya) de forma activa, logrando incluso la interacción bastante singular de algunas instituciones. Algunos ejemplos:

El impresionismo siempre ha tenido haters

Pese a que el movimiento anti-Renoir se centra única y exclusivamente en Renoir, el impresionismo, en términos generales, cosechó un rechazo muy parecido en sus primeras décadas de existencia. Monet, Manet o Cézanne, entre otros muchos pintores compañeros de generación, debieron hacer frente a la desaprobación casi constante de aquellos que, a mediados del siglo XIX, controlaban los resortes de la academia parisina, el más importante foro pictórico de su tiempo.

Desde sus inicios, el impresionismo puso en duda los cánones clásicos imperantes en aquel momento en la academia francesa, y se ganó, en consecuencia, el rechazo de quienes la dominaban al más alto nivel

Monet fue quizá el ejemplo paradigmático. Nacido en 1840, cuando llegó a su primer estadio de madurez como artista, en el Salón de París, el espacio expositivo más relevante del mundo, el núcleo de la crítica pictórica seguía anclada en los cánones del romanticismo. Esto es, figuras definidas, ciertas líneas aún heredadas del neoclasicismo y temáticas que abordaban cuestiones mitológicas y épicas, a menudo enraizadas simbólicamente con el incipiente nacionalismo que tomaba forma en todos los rincones de Europa. Delacroix, Friedrich, Proudhon, Géricault, etcétera.

Impresion

Los cuadros de Monet, sin embargo, eran difusos, se centraban poco en cuestiones relacionadas con el alma humana y el devenir de los hombres, ni que decir tiene que ignoraba totalmente cualquier aspecto de temática legendaria o épica. Sus trazos eran nerviosos y coloridos, vivaces pero poco precisos. Monet, como fundador del impresionismo, estaba preocupado por cómo se reflajaba la luz y el color de la naturaleza en sus cuadros. Iba contra el canon del momento, era un heterodoxo.

Fueron rechazados de las exposiciones más populares de París y tuvieron que montar un circuito independiente para que sus trabajos fueran valorados en público. Al final, lograron ser reconocidos, pero no sin luchar por ello

Tanto fue así que su célebre y hoy en día muy reconocido cuadro Impresión, sol naciente, no fue aceptado en el Salón de París. El propio nombre del movimiento, "impresionismo", fue utilizado desde un primer momento de forma satírica por sus coetáneos (acuñado por Louis Leroy, crítico de arte en aquel París pleno de ellos). Monet y sus compañeros, a los que conocía en persona y entre los que se encontraba Renoir, fueron unos proscritos hasta que su relato se impuso.

Sisley

Fue tal la marginalidad a la que se vieron sometidos que los Sisley, Pissarro, Cézanne o Degas se vieron en la obligación de montar exposiciones y salones alternativos a la Academia para exponer sus obras de forma independiente (incluso Manet, previo a todos ellos pero afín a su filosofía, observó cómo era dado de lado por sus colegas). Poco a poco, el impresionismo ganó la atención de público y críticos, y logró el reconocimiento del que hoy goza. Pero a su fin, el Post-impresionismo le superaba aburrido de sus temáticas y sus cánones, y comenzaba a definir más las figuras de sus lienzos.

Grosso modo, el movimiento anti-Renoir está inventando poco. Se tome más en serio o menos en serio a sí mismo, no representa gran innovación crítica en la historia del arte. Pero sí es divertido.

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