De 365 días que tiene el año, CCOO y UGT han anunciado movilizaciones el próximo 8 de marzo

De 365 días que tiene el año, CCOO y UGT han anunciado movilizaciones el próximo 8 de marzo
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Ante el último anuncio de los dos principales sindicatos del país, las redes sociales claman al cielo. Tras una reunión con la prensa del secretario general de CCOO, Unai Sordo, y el de UGT, Pepe Álvarez, se anuncia que estas asociaciones iniciarán “un calendario de movilizaciones” contra la reforma laboral implantada por el PP en 2012 y que culminará con paros el próximo 8 de marzo.

El sol que más calienta: recoge El País que los sindicatos “todavía no han tomado una decisión definitiva sobre cómo sumarse al colectivo feminista en ese simbólico día”, pero sí dicen que quieren “confluir”. ¿Por qué lo hacen? Está claro. La última movilización de los colectivos feministas de 2018 fue la respuesta social más contundente habida en este país de las últimas décadas, y las mujeres ya se están organizando para volver a salir a las calles en masa en el Día de la Trabajadora de 2019. Si todo sale como se espera y CCOO y UGT anuncian paros esos días, podrán explotar las cifras de asistencia a la convocatoria feminista en beneficio propio.

Paros parciales y no huelga: Álvarez y Sordo confirman que este año los grandes sindicatos tampoco convocarán una huelga general de 24 horas, como han vuelto a pedir las asociaciones feministas, sino sólo parciales de dos horas y, en algunos sectores particulares, con paros laborales de dos horas por turno con la posibilidad de que en algunos sectores excepcionalmente y dadas sus particularidades sea completa. Los únicos sindicatos que el año pasado formalizaron la jornada como huelga general, permitiendo secundarla durante 24 horas, fueron CNT y CGT, motivo que también les dio mucho rédito político a estas asociaciones con muchísimos menos recursos y poder que los dos grandes.

Para entendernos: este "calendario de movilizaciones" de CCOO y UGT dice actuar en tres frentes: negociación colectiva, diálogo social e igualdad. Así, los sindicatos se colocan a sí mismos como agente al frente de las huelgas y manifestaciones de ese día (ocupando el espacio que exigen para sí el 8 de marzo las mujeres) aunque sus peticiones son sólo parcialmente feministas y tienen mucho de reproche contra el Gobierno. Y lo hacen, además, habiendo negado en el pasado y haciéndolo de nuevo en el presente esa petición de las asociaciones feministas de impulsar una huelga general y completa.

El largo letargo: así han definido muchos la inmovilidad que ha caracterizado a estos grupos en los últimos años. En dos décadas se han celebrado en nuestro país cuatro grandes huelgas generales, una contra una reforma laboral del Gobierno de Aznar, otra contra otra de Zapatero y dos contra Rajoy y su nueva y vigente reforma laboral. Progresivamente, el seguimiento poblacional ha ido disminuyendo: si en 1988 el consumo eléctrico descendió un 34% durante la huelga, en 2012, y con medio país sumido en el infierno laboral, la rebaja del consumo fue sólo del 16%. CCOO y UGT tienen hoy día 600.000 afiliados menos que antes del comienzo de la crisis y la sombra de la capacidad de movilización social que tenían antes. Aquí mismo explican cómo los sindicatos están viendo en los nuevos movimientos sociales la vía de pescar afiliados.

Reacción contra el Gobierno: otra de las sorpresas es, por tanto, su anuncio de realizar una serie de movilizaciones ahora que hay en la Moncloa un débil Gobierno en coalición anunciando medidas favorables a los trabajadores, como la subida histórica del salario mínimo. El pretexto es que los sindicatos se han hartado de esperar a la aplicación de unos decretos maduros en su negociación con patronal y Gobierno que paliaban algunos efectos de la reforma laboral de 2012, pero en realidad también puede leerse de otra forma: están enfadados con Sánchez e Iglesias. La última subida del SMI vía presupuestos no ha tenido en cuenta el diálogo social, es decir, las negociaciones con patronal y sindicatos, el protocolo habitual para este tipo de medidas.

También por eso los sindicatos no pueden sumarse méritos por este aumento de la calidad de vida de 1.3 millones de trabajadores.

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