Así piensan quienes defienden la legalidad del doping en el deporte

Así piensan quienes defienden la legalidad del doping en el deporte
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Dopaje y deporte son términos que van de la mano más a menudo de lo que solemos admitir. La utilización de sustancias prohibidas al más alto nivel es, si bien no total, sí frecuente. No sólo en ciclismo o atletismo, dos deportes habitualmente señalados como los únicos recipientes corruptos del deporte profesional, sino también en fútbol, baloncesto, béisbol, tenis o natación. En general, el dopaje está prohibido, y su uso tiene connotaciones negativas dentro del espectro mediático y social.

Hasta aquí, ninguna novedad. Tendemos a considerar que hacer trampas es malo. Sin embargo, ¿qué sucede cuando ponemos en cuestión la máxima que nos inclina a juzgar negativamente el uso de sustancias para mejorar el rendimiento deportivo? ¿Qué pasa si decimos que el dopaje, en realidad, no debería ser considerado hacer trampas? Hay un reducido pero ruidoso grupo de comentaristas y estudiosos que, desde hace unos años, claman contra nuestra idea establecida sobre la maldad intrínseca del dopaje. Luchan por su normalización. Exigen su legalización.

El debate sobre si el dopaje es bueno o malo para los deportistas es muy amplio (es recomendable leer este texto de Craig Fry en The Conversation para comprobar hasta qué punto es complejo), y se enmarca no sólo dentro del campo del deporte. Abarca cuestiones jurídicas, éticas, morales y médicas, y ataca de raíz lo que creemos sobre el deporte contemporáneo. La conversación, por lo general, se reproduce con mayor frecuencia e intensidad en los medios norteamericanos: allí, donde el deporte es puro espectáculo, existe un fértil terreno para la discusión.

Savulescu: el gran paladín de la legalización

Y si hay una persona encantada de avivar la llama de la polémica, esa es Julian Savulescu, bioeticista, filósofo e investigador de la Universidad de Oxford. Desde hace unos años, Savulescu se ha convertido en el enfant terrible de la moral deportiva. Allá donde ha tenido la oportunidad, ha pregonado los beneficios intrínsecos de la legalización del dopaje, atacando de raíz la idea de la efectividad de los controles y culpando a las autoridades por un sistema roto que ya no funciona.

Gatlin
Justin Gatlin, velocista de los 100 y los 200 metros listos. Dio positivo tras ser campeón olímpico, y a su regreso continuó siendo uno de los mejores del mundo.

Su más reciente entrevista en Nautilus sirve como resumen rápido, pero sus textos se propagan con frecuencia en la red. El principal argumento de Savulescu es la ubicuidad del dopaje: la mayor parte de los deportistas profesionales recurren a sustancias dopantes. Es inevitable y durante años, la lucha contra los teóricos tramposos no ha funcionado. Según él, ha llegado el momento de admitir que jamás se podrá erradicar el dopaje. De modo que, el siguiente paso lógico, es legalizarlo.

No sólo mejoraría el espectáculo, sino que además terminaría con una situación de desigualdad neta donde sólo son perjudicados aquellos que son cazados, aunque todos se dopen

¿Por qué? Porque sería más beneficioso no sólo para el espectáculo, sino también más justo. Desde su punto de vista, el sistema actual (que persigue a todos los dopados pero que sólo logra detectar y castigar a unos pocos) tan sólo sirve para que las carreras de un pequeño puñado de culpables se trunquen para siempre, mientras el resto de sus competidores, igualmente dopados, continúan de forma exitosa y sin la pesada mácula de la vergüenza social y deportiva. Es una situación de desigualdad que no logra erradicar la raíz del problema y permite que otros tramposos triunfen.

Savulescu sustenta su teoría (todos se dopan y es imposible detectar a todos) sobre dos ideas. La primera: los controles no son y nunca han sido lo suficientemente buenos. El ejemplo más obvio es el de Lance Armstrong, responsable de la mayor red de dopaje profesional de toda la historia, que jamás dio positivo. Los organismos internacionales y los laboratorios públicos siempre van por detrás. Dejando a un lado la deliberada irreflexión sobre este singular hecho (quizá diga algo sobre la carencia de recursos en la lucha contra el dopaje), Savulescu pasa por encima de algo:

Lance Armstrong sí dio positivo. Pero fue encubierto.

La segunda: los deportistas siempre van a tener la tentación o la necesidad de doparse. En un entorno profesionalizado e hipercompetitivo donde la mínima mejora de rendimiento puede ofrecer superioridad sobre el rival, es lógico que la presión empuje hacia el dopaje. Al contrario de lo que tendemos a pensar, según él no es negativo: sólo pone de manifiesto que el deporte, a nivel histórico, es la lucha constante contra los límites de uno mismo para obtener el mejor rendimiento.

Si no podemos aplicar la ley, acabemos con las leyes, dado que los deportistas siempre se doparán y las autoridades siempre irán por detrás

En esencia, Savulescu dice: no podemos aplicar la ley, acabemos con las leyes. O construyamos nuevas leyes. Sobre esta arquitectura argumental edifica la idea del "dopaje seguro". Las autoridades deberían permitir un mínimo de dopaje: mayores niveles de testosterona, por ejemplo, que los actuales sin superar cierto límite que podría en peligro su salud. Superado el límite de dopaje permisible, se actuaría contra los deportistas, dado que se les podría detectar con mayor facilidad. Entre tanto, los demás competirían al mismo nivel de igualdad. Lo llama "dopaje psicológico":

En sus palabras:

Como digo, no puedes detectar pequeños niveles de EPO, no puedes detectar pequeños niveles de hormona de crecimiento, pero puedes detectar grandes niveles. De modo que si te movieras a un sistema que dijera, ok, vamos a permitirte utilizar un volumen bajo de estas sustancias, pero si llegas al punto de que tus ratios de testosterona son claramente anormales, entonces te vamos a eliminar. Ese es un régimen de pequeñas dosis de dopaje psicológico, antes que uno de tolerancia cero. No hay nada inherentemente malo en permitir a la gente aumentar su nivel de células rojas en sangre, del mismo modo que no hay nada malo en permitirles incrementar el nivel de glucosa en sangre o el nivel de hidratación que tienen. Todo esto afecta a tu fisiología natural utilizando el conocimiento de la ciencia. Lo que trato de explicar es que no hay nada necesariamente malo con el dopaje. Puede estar mal si roba al deporte una contribución humana significativa, puede ser malo si su daño a la salud es muy exagerado, pero Lance Armstrong está muy sano, ¡y tenía cáncer!

Hay motivos para ser escéptico respecto a esta teoría. Savulescu no abraza la barra libre, de modo que impone límites al dopaje. Pero eso llevaría a la misma situación que ahora, en la que los deportistas seguirían teniendo incentivos para doparse un poco más que el resto de sus compañeros y así obtener una ventaja comparativa, asumiendo los riesgos de ser cazados. El nivel base en el que la competición sería igualitaria para todos desaparecería de forma inmediata.

Más transparencia y no tan malo para la salud

En cualquier caso, no es sólo Savulescu (aunque sí el más notorio) el único defensor de la legalización del dopaje. Hay quienes defienden que nuestro concepto de trampa, como ya hemos mencionado más arriba, es arbitrario: si utilizar EPO a día de hoy es ilegal o está considerado tramposo, es porque así lo hemos convenido. Y moralmente no es malo si la ley es injusta o inservible. El problema no es el dopaje en sí, argumentan, sino saltarse las normas. Pero eso tiene una solución muy sencilla: deshacernos de las normas que rigen el deporte a día de hoy.

Contador
Alberto Contador en 2007, cuando ganó su primer Tour.

La cuestión de la legalización va más allá del plano moral. Abarca también al fisiológico. En este artículo de NPR, se defiende que las transfusiones se enmarcan dentro del proceso tradicional de mejora del rendimiento deportivo. Desde la maximización y profesionalización de los entrenamientos hasta las dietas específicas: las transfusiones sólo serían el último paso. Y uno natural, dado que, ¿hay algo más natural que utilizar la sangre de uno mismo? El cuerpo humano se presenta como una máquina a explotar al 100%, utilizando la tecnología (la ciencia) puntera, al igual que la Fórmula 1.

Para otros, el deporte de alto nivel es intrínsecamente negativo para la salud: la recuperación rápida gracias al dopaje permitiría paliar sus efectos nocivos

Como es lógico y como el propio Savulesco admite, hay niveles de dopaje que son peligrosos para los atletas. Sin embargo, otros defensores de su legalidad opinan que el dopaje conlleva menos riesgos para la salud que las extremas prácticas deportivas de los profesionales al más alto nivel, cuyos modelos de entrenamiento llevan sus cuerpos hasta niveles donde las lesiones son inevitables. El dopaje aceleraría las recuperaciones y podría limitar los efectos de la alta competición.

En una serie de artículos publicados por The New York Times recogiendo el debate, el periodista Michael Tillery proponía regular de forma efectiva la hormona de crecimiento. "Podría permitir a los atletas jugar más tiempo y de forma más intensa, que es lo que los fans esperan a día de hoy", escribía, sin que eso afectara a su salud (porque estaría regulado). Además, los motivos que hacen de una sustancia (la cafeína) legal y de otra (la EPO) ilegal es arbitraria y poco justificable, añadía en la misma serie de artículos Yascha Mounk, investigador de la Universidad de Harvard.

Otras ideas se sustentan sobre la misma base que reclama la legalización de todas las drogas: el mejor modo de conseguir una competición transparente es legalizar el dopaje, publicar quién toma qué y ofrecer un juicio justo y real a todos los aficionados, mejorando el espectáculo en el proceso. Es la defensa que en su momento hizo de la legalización del dopaje Xavier Sala-i-Martín, economista liberal. Savulesco, del mismo modo, reivindica la legalidad para "monitorizar" mejor las sustancias, de modo que los deportistas las consumieran con seguridad y no en clandestinidad.

Todos ganaríamos: más espectáculo

En última instancia, todos ganaríamos: las competiciones serían más espectaculares. Es lo que se defiende en este reportaje de Wire: dado que llegará un momento en el que las marcas actuales serán insuperables, por las limitaciones naturales del ser humano, sólo el dopaje (controlado) permitiría que las competiciones se redujeran a velocistas compitiendo por milésimas de segundo apenas perceptibles al ojo humano. De otro modo, nunca podremos repetir a Usain Bolt pulverizando la marca de los 100 metros y entrando en meta triunfal, sabedor de su logro.

Otro argumento: gracias al dopaje, el deporte profesional podría seguir siendo competitivo y permitiría ofrecer más espectáculo

¿Pasa el futuro por el dopaje? Hay, de nuevo, motivos para ser escépticos ante esta última idea: el récord de salto de longitud permanece inalterado desde principios de los noventa, y el olímpico desde los sesenta. Las competiciones son igualmente emocionantes. Otro ejemplo: durante la primera década de siglo XXI, cuando todas las grandes estrellas del pelotón tomaban EPO, los Tour de Francia fueron objetivamente aburridos. Dopaje no es igual a espectáculo, al margen de la marca.

Usain Bolt
¿No habrá espectáculo sin dopaje en el futuro? Algunos lo creen, dado que marcas como las de Bolt serán fisiológicamente insuperables.

Por último, otro argumento recurrente: el dopaje no hace a las estrellas. O la variante "no se puede convertir a un burro en un caballo de carreras", esgrimido por Héctor Abad en una tribuna de El País en 2008, en la víspera de los Juegos Olímpicos de Pekín. Según él, los grandes mitos del deporte no se forjan por su relación con el dopaje, sino por la mezcla de genes que hacen de ellos auténticos dominadores y deportistas de leyendas. De este modo, la legalización no rompería la mística del deporte: nuestros héroes lo seguirían siendo por méritos propios, no por el dopaje.

Aunque cabe plantearse, ¿si el dopaje no es malo, por qué es importante dejar claro esto último?

Un clásico: el dopaje jamás convertiría a un burro en un caballo de carreras, a un mediocre en un deportista de leyenda

Las opiniones, como se ha visto, son múltiples y cuentan con una argumentación muy rica y desarrollada. A nivel público, en general, pocos deportistas abrazan estas ideas. La mayor parte de ellos retirados, como el extravagante Yannick Noah o el no menos excéntrico Bode Miller, o cazados y castigados por su relación con el dopaje, como Floyd Landis, autor de una de las mayores exhibiciones dopísticas de todos los tiempos (en el Tour de Francia 2006, post-Armstrong).

En general, la mayor parte de la comunidad deportiva se muestra contraria al dopaje, al menos de forma pública, y las federaciones dicen combatirlo. Para todos aquellos interesados en leer más sobre el debate, pueden hacerlo tanto en Live Science, donde imaginan un mundo utópico donde el dopaje es legal y las consecuencias reales que tiene sobre el deporte, o en este artículo de Sports Scientists, donde se rebaten algunos de los argumentos expuestos más arriba.

Imagen | Kent Capture, Murphy R., Anita Ritenour

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