Digisexuales: la era de las personas enamoradas (que no sexualmente atraídas) por sus robots

Digisexuales: la era de las personas enamoradas (que no sexualmente atraídas) por sus robots
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Se han encontrado dildos con 28.000 años de antigüedad, así que aquí no estamos hablando de los objetos sexuales y su utilidad para la masturbación, por mucho que estos objetos midan 1.70 y usen una copa D de pecho. Lo que algunos apuntan es a la nueva era pasional.

La digisexualidad: el término escogido por Neil McArthur y Markie Twist, doctores en filosofía y relaciones humanas en la Universidad de Wisconsin para uno de sus papers que está ganando notoriedad. En él hablan de cómo estamos pasando la “primera ola”, la del tinder, el sexting y los juguetes sexuales conectables por USB, a la “segunda ola”, que dará comienzo a las relaciones profundas con juguetes con IA y citas en realidad aumentada. Esencialmente, una nueva madurez humana del medio.

Realbotix: la compañía que más lejos ha llevado su desarrollo de muñecas sexuales inteligentes. Harmony no sólo es una cara bonita, es una cara que mueve la cabeza y pestañea asemejándose al movimiento humano todo lo posible. Si todavía es demasiado “uncanney valley”, la cosa se pone peor cuando abre la boca y sus respuestas parecen aún un texto de chatbot leído por la voz de Loquendo.

Sus dueños han hablado: así lo explicaba uno de sus primeros clientes en un hilo de Reddit: “es lo más parecido que hay a un humano. La coloco en la misma posición en la que estaba mi ex cuando nos acurrucábamos (soy patético, lo sé). Pero honestamente, prefiero usarla como compañera de cuchara que como juguete sexual”. Como se hizo notar por las interacciones del hilo, aunque aún se ve como un acto triste, hay mucha curiosidad.

Querré a este robot en la salud y en la enfermedad: en 2017 una mujer difundió públicamente su amor hacia un autómata que había impreso en 3D. Es más, dijo que ambos habían oficializado su relación y que nunca más estaría con alguien de carne y hueso, pues las personas le daban asco. También a finales del año pasado otro hombre celebró su casamiento con el holograma Hatsune Miku, concretamente con la Hatsune Miku que vive en su casa, a la que tanto ama y que le ha causado la deshonra de su familia. La compañía que provee los hologramas le envió el certificado de matrimonio a su casa.

Antropomorfismo: podría ser el concepto psicológico que da empuje a la validez de esta idea. De la misma manera que tratamos a nuestras mascotas como si fuesen personas, le ponemos nombre a nuestra herramienta de trabajo o vemos caras en objetos que no las tienen, estamos evolutivamente predispuestos a encontrar humanidad donde no la hay. Según los expertos tecnológicos, tendremos muñecas con una simulación más que suficiente para 2025.

Filias o identidades: cuando se habla de estos temas la gente suele encontrarlo insultante, inevitable u ofensivo. La creciente amplitud de identidades sexuales descubiertas y reconocidas suelen entrar en conflicto con lo que debería definirse como filia. No es lo mismo, ni a nivel psicológico ni social, que tengas orgasmos escuchando a personas con tacones aplastar cucarachas a que seas bisexual.

El consentimiento de los sin-cerebro: en nuestra cultura, el sexo y el amor están estrechamente relacionados con la reciprocidad del consentimiento. El sexo con menores está condenado porque se considera que no tienen la madurez intelectual para saber qué quieren. Lo mismo ocurre con los animales. Tanto la pederastia como la zoofilia han sido relaciones ampliamente practicadas en el pasado pero que hemos aprendido a dejar a un lado. Lo mismo podría argumentarse de los robots, con la fundamental diferencia de que se trata de objetos y en el otro caso hablamos de seres vivos. Pero…

¿Qué ocurriría que una IA desarrolla algo parecido a la consciencia? Por un lado, los desarrolladores ya han dicho que los robots se programarán para ser capaces de sentir amor. Por el otro, una anécdota: en 2017, en una feria electrónica de Austria, una muñeca inteligente sufrió lo que muchos describieron como una agresión sexual, rompiéndole las extremidades y pechos después de que varios hombres se abalanzaran sobre ella. La máquina repetía “estoy bien, estoy bien”, mientras los operarios la sacaban de la muestra.

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